Despedimos a nuestro compañero y amigo Felipe Ehrenberg (1943 – 2017)

Su compromiso, energía y humor, su amor por los neologismos, su entusiasmo y su prolífico y necesario trabajo como artista, marcaron y marcan su complicidad con la RedCSur.

Imagen cortesía: Fondo Felipe Ehrenberg. Centro de Documentación Arkheia, MUAC UNAM

Tirarse del acantilado

Ayer domingo Felipe estuvo muy presente. Temprano, antes de que supiéramos la triste noticia, fui a ver la premier de “Acapulco Sunset” en el MUAC, basada en una novela de Olivier Debroise.  Matías Ehrenberg, hijo de Felipe y de Marta Helion, es el productor de la película, así que entre el público estaba Marta, que me presentó a Azul, la bella nieta mayor de Felipe. Marta salió emocionada de la proyección, rememorando sus primeros tiempos de amorío con Felipe, cuando se fueron con dieciocho añitos (la edad de Azul) a Acapulco, sobreviviendo de vender collares y artesanías hippies en la playa. Una escena se repite una y otra vez en la película: dos o tres arriesgados se tiran en clavado desde un alto acantilado hacia el mar. Marta me contó que Felipe se animaba a esa proeza a cambio de diez o veinte pesos que le ofrecían los turistas ávidos del riesgo ajeno, cuando necesitaban de ese dinero extra para pasar el día. Le pregunté si Azul conocía esa aventura de su abuelo. No, me dijo Marta con los ojos encendidos, aún no se lo conté.

Conocí a Felipe en la primera reunión de la Red Conceptualismos del Sur, en Sao Paulo, en abril de 2008, adonde presentó el proyecto editorial Beau Geste Press /Libro Acción Libre. Le gustaba hablar más del presente que del pasado, y enseguida prefirió hablar de su “cocinera atrevida”, como llamaba a Lourdes, y sus proyectos en torno a la comida como lugar de encuentro. Se estaba yendo de Brasil  (en donde fue desde diplomático hasta actor en una película porno).  Disparatado y alegre, irreverente y vital, insólito y atento: así lo recordaré. Su último mensaje a la lista de correos de la Red, hace apenas un mes, era para disculparse por su largo período de silencio. Vamos a extrañar sus cariñosas irrupciones, sus provocaciones a pensar con otros,  nunca solos.

Ana Longoni

clavado2

El arte es vida

Mi amistad con Felipe Ehrenberg duró un día: empezó con una breve visita a su taller una mañana soleada de marzo de 2017, que se estiró hasta el almuerzo, y luego, se cerró al atardecer. En realidad, antes de la visita a su casa de Ahuatepec ya lo había conocido a través de relatos cariñosos de sus amigos y colegas: el polaco Jarosław Kozłowski, el checo Milan Knížák y Dóra Maurer y Tibor Gáyor de Budapest. Felipe, quien aún no quería ser considerado artista plástico y siempre encontraba su lugar en los diversos márgenes de las escenas artísticas mexicana e inglesa, era el artista mexicano más conocido y estimado en los países de la ex-Europa del Este; un artista latinoamericano cuya actividad como editor independiente contribuyó de manera inestimable a la divulgación del arte este-europeo de los años setenta. Los dos números este-europeos de la revista Schmuck que Felipe lanzó con la artista mexicana Martha Hellión y sus colaboradores ingleses David Mayor y Chris Welch fueron editados en una época en la que el arte del otro lado de la cortina de hierro tenía muy poca visibilidad internacional (Hungarian Schmuck, 1972, fue preparado por Dóra Maurer y László Beke; Aktual Schmuck, 1974, fue editado por Milan Knížák). La publicación en 1975 del libro experimental Lesson de Jarosław Kozłowski por la Beau Geste Press (BGP) –editorial independiente creada por Felipe y Martha Hellión en 1971– constituye un aporte único al género de “libro de artista” en Polonia.

Como artista y como editor, Felipe se distinguió por su capacidad de generar nuevos espacios de experimentación y de trabajo colectivo, luego de incitar colaboraciones con artistas del mundo entero. Siempre atento en su búsqueda constante de cuestionar, muchas veces de manera irónica, las categorías y conceptos del mundo del arte, Felipe sabía inmediatamente detectar los instantes de fosilización de las fórmulas artísticas del momento. Tal fue el caso del movimiento Fluxus, del cual Felipe se burló con su “Fluxshoe”. En su taller, charlamos sobre su amor por todo lo que se denomina corrientemente como “lo popular” y su necesidad interna de resistir a las estructuras e instituciones, tanto europeas (su performance A Date with Fate at the Tate durante el simposio sobre la destrucción en el arte en 1970), como mexicanas (su muestra personal “Chicles, chocolates y cacahuates en la Galería José María Velasco, en 1973). Miramos las obras en su taller para descubrir que su cuarto Arte Conceptual 67 había tomado, sin que el artista mismo lo deseara de manera consciente, la forma de un cráneo humano.

Al final del día, Felipe me confesó que se estaba dando cuenta de que era un colaborador a veces difícil y que en el pasado se lo ocurrió reñir por el arte. Me quería explicar la causa del malentendido con los organizadores de una de las muestras de las que él formó parte, razones que tenían que ver con no pensar al arte en negación a la vida.  “Tuve que oponerme a la idea de que arte no es vida”, me enseñaba Felipe, quien en sus performances se exponía a sí mismo como un artefacto. “Pero sí, el arte sí es vida. La vida es arte y el arte es vida. Y yo hoy en día, a los setenta y tres años, teniendo un cáncer, puedo confirmar que sí, el arte es vida, que, aunque quisiéramos, no los podemos separar”. Por esta razón, Felipe nos enseñó cómo cuestionarse a uno mismo para poder esperar que logremos lo mismo en el arte. Él nos mostró cómo buscar soluciones intransigentes en el arte,  para después, lograr elegir caminos no-evidentes en la vida.

 

Katarzyna Cytlak

 

 

Una bomba auténtica

La verdad que Felipe era tremendo, una bomba a veces, pero una bomba auténtica que siempre dijo lo que pensaba y que también fue siempre generoso, alegre, versátil, amoroso. Divertido. Le chocaba lo solemne. Era espléndido para inventar títulos, listados y palabras (neologo, por ejemplo).

Felipe me contó alguna vez de sus clavados desde La Quebrada, como se llama el acantilado natural al que hace referencia Ana en Acapulco. Performance total!

Pocos días antes de su partida me respondió generoso sobre unas consultas y opiniones que le pedí sobre Tepito Arte Acá. El no formó parte de ese colectivo pero si fue un habitante del «barrio bravo» al que se mudó para ayudar a los damnificados cuando el terremoto de 1985, y fue en ese contexto que conoció a la cocinera atrevida.

Por fortuna conviví con él en muchos momentos y de modo muy intenso en estos últimos años. Vi la última serie que estaba produciendo y era, muy Felipe… ecléctica, tropical, divertida, critica. Muy Felipe.

Tan alegre. Disfrutó mucho estos últimos meses. A pesar del cáncer se mostró siempre luchón y entero ante la vida. Hace un par de meses le pregunté cómo se sentía para ver si postergábamos una reunión de trabajo y me contestó:

Ay solecita, si tengo cáncer, no influenza!!

Lo echaremos de menos. Pero la impronta es real y esa ya nadie podrá borrarla.

Abuelipe

 

Sol Henaro 

Imagen cortesía: Fondo Felipe Ehrenberg. Centro de Documentación Arkheia, MUAC UNAM

 

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