EL PUEBLO SIGUE BERRACO

CAMPAÑA DE SOLIDARIDAD CON COLOMBIA

Lucía Bianchi. Impresión serigráfica sobre papel, 2021

Las protestas iniciadas el pasado 28 de abril en Colombia alcanzaron una extensión sin precedentes en la historia reciente del país. Con el objetivo inicial de oponerse a la reforma tributaria propuesta por el gobierno de Iván Duque, el Paro Nacional convocado por organizaciones sindicales y sociales abrió paso a un levantamiento popular que llegó a expandirse hasta convocar a millones en las calles. Tanto el deseo como las múltiples frustraciones fueron movilizadoras, en un momento histórico de abierta polarización, marcada por el incumplimiento del Acuerdo de Paz por parte del gobierno, y por la continuidad de más de 30 años de la herida provocada por el orden neoliberal colombiano. Ha sido esta inconformidad profunda la que irrumpió con fuerza viva, en medio de una pandemia global y una crisis generalizada, administrada por el gobierno con políticas clasistas, racistas y coloniales.

Este escenario habilitó, en una escala inusitada, la violencia represiva del Estado contra quienes se movilizaron. El gobierno de Duque estuvo al borde de declarar un Estado de Conmoción Interior, que habría permitido que fuerzas militares pudieran romper aún más los marcos existentes del derecho. Estas disposiciones se integran a un contexto general tendiente a desmovilizar a la población: censura mediática, violaciones sostenidas a los derechos humanos por agentes del Estado, detenciones y allanamientos arbitrarios, desapariciones, asesinatos, agresiones sexuales, incursiones policiales y militares en los barrios. Todos esto configura aspectos de un genocidio en curso, y que tiene mayor incidencia en zonas rurales, donde la persecusión y asesinato de decenas de líderes y liderezas ha sido una constante a lo largo de décadas. Asimismo, las jornadas de movilización han recibido la oposición de detractorxs civiles, en cuyas declaraciones y acciones bélicas se cuelan expresiones clasistas y racistas que han buscado profundizar el miedo y la desconfianza.

Hoy, nos acercamos para solidarizarnos con los pueblos en Colombia en un contexto que implica una experiencia atravesada tanto por la potencia revulsiva de un levantamiento en curso, como por la continuidad de violencias históricas y contingentes. Violencias que se acrecientan, se intersectan e incluso se naturalizan y que hoy, a unos meses del levantamiento, vemos que siguen desplegadascon total impunidad. 

Las protestas que iniciaron en abril hicieron visible aquello que permanecía, deliberadamente, oculto. El desplazamiento y la expansión de este estallido social han permitido que ocurriera frente a las cámaras y en las ciudades lo queocurría a oscuras en las zonas rurales que han sido históricamente azotadas por la violencia. La brutalidad policial que se manifestó sin pudor ante los ojos de Colombia y del mundo sólo puede ser leída con el antecedente cierto de que las comunidades campesinas, indígenas y negras han sufrido estas violencias de manera invisible y sostenida. Esta estrategia represiva, dominante en el siglo XX, y que se sigue reproduciendo actualmente, se ha sofisticado mediante la represión personalizada e individualizada, pero siempre en función de la distribución y arreglo de espacios que despliegan una política criminalizante de “desmonte”, o en abierta oposición al Proceso de Paz.Pese a ello, hoy las organizaciones siguen articuladas en un camino abierto, entretejido, que cultiva la imaginación política y a la vez que canaliza la rabia activa y desbordante de un pueblo que está berraco. Es desde la escucha atenta y la ternura de los pueblos que despertamos la solidaridad de la RedCSur, e instamos a una alerta viva que permita que se mantengan audibles tanto las narraciones indóciles de los otros futuros que se abren, como de los excesos de la represión que no pueden volver a quedar silenciados.

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