Otorgar el premio nacional de literatura a Pedro Lemebel es un gesto incómodo. En sus crónicas resuenan voces ruidosas y bandidas descartadas por la sofisticación de la letra culta y por los canales oficiales de comunicación cultural.
En la literatura de Lemebel, desde sus primeros escritos publicados en la revista Página Abierta a comienzo de los años noventa, hasta su último libro Háblame de Amores, se encuentra una contra-historia del Chile de los últimos 40 años. Una contra-historia de acento barroco y callejero, que toma materiales y referentes bastardos, para inventar su propia gramática y desde ahí, visibilizar el margen. Su obra logra agitar una memoria no oficial de la violencia de la dictadura y dirigirla como discurso crítico durante los años más narcotizados de la llamada “transición democrática”. Ofrece la palabra en los años del sida, a las biografías silenciadas de la subalternidad sexual con las que el conservadurismo de la sociedad chilena, parecía evitar todo roce. Su ojo de loca, distingue las refinadas operatorias con que el neoliberalismo se impregna en la subjetividad postdictatorial.
Reinventando la tradición del neobarroco literario de autores latinoamericanos como Néstor Perlongher y Severo Sarduy, Lemebel ha hecho de la literatura un campo de batalla desde donde organizar la rabia y resentimiento. Ha desplazado la literatura del ritual solitario y silencioso de lectura hacia la radio y hacia la lectura pública a viva voz, otorgándole a la letra escrita una dimensión performativa y contagiando un deseo oral por el arte de la narración cronista que ha franqueado las fronteras de los iniciados y especialistas. Un deseo que convoca y alienta la lectura, esas tantas lecturas otras de quienes se han iniciado con la ferocidad de sus escritos.
Su Manifiesto Hablo por mi diferencia, leído por vez primera en un acto de izquierda el año 1986 es uno de los primeros posicionamientos politizados de la homosexualidad en el espacio público en Chile. Publicado en la ya mencionada revista Página Abierta en el año 1990, junto a una fotografía que muestra a Lemebel con la hoz y el martillo dibujada como maquillaje en su cara, figura como un manifiesto contra-sexual a la vez literario y visual que interpela a la izquierda política y que recuerda que, como escritor, activista y artista visual, la poética de Lemebel resulta revulsiva tanto en Chile como en América Latina. En su obra, Lemebel no busca salir del closet ni ayudar a que otros lo hagan, más bien lo cubre de parafina y nos hace a todos cómplices de la hoguera.
Por todas estas razones, la Red Conceptualismos del Sur apoya la candidatura de Pedro Lemebel al premio nacional de Literatura en Chile.